lunes, 22 de octubre de 2012

El espíritu de Elías - Liahona Octubre 1988

El espíritu de Elías

Por Luis Roberto Derteano


La petición de un moribundo comenzó la búsqueda de una familia a través de cuatro siglos y dos continentes

Como presidente de la Barquisimeto (Venezuela) Distrito, constantemente alentó a los miembros a participar en la investigación genealógica. Yo estaba ocupado en el mismo trabajo, pero se me sentía frustrado porque algunos de los registres de mis padres y de mis abuelos estaban en el Perú, mi tierra natal. Hice todo lo que pude por conseguir que los familiares que vivían allá me enviaran la información que necesitaba, pero como no eran miembros de la Iglesia, no sintieron ningún deseo de ayudarme. Además, el problema mayor radicaba en que mis antepasados eran de Europa, y no solamente no tenía el dinero para viajar hasta allá, sino que no sabía a ciencia cierta de dónde provenían. 

Pasó el tiempo y por motivos de trabajo tuve que viajar a la ciudad de Valencia (otro lugar de Venezuela). En esa época estaba pasando por muchas pruebas, no sólo con respecto a mi testimonio de la Iglesia sino también en otros aspectos de mi vida. Estando allí me enteré de que en esa ciudad vivía un autor, Kepa De Derteano y Basterra, que tenía el mismo apellido que yo. Uno de los hermanos de la localidad, Bob Steelheart, se ofreció para ayudarme a localizarlo, lo que logramos gracias a referencias
que él tenía. Llegamos a la casa como si alguien nos hubiera guiado hasta allí, pero no tuvimos mucha suerte; él y su esposa habían salido, pero la hija, Idoya, nos dijo que regresáramos por la noche.


Cuando volvimos, Kepa Derteano estaba en la casa. Conversamos muy amenamente y pronto nos pusimos a hablar de nuestros antepasados. Si bien teníamos el mismo apellido, él era vasco, de España, y yo era peruano. Me mostró los registros genealógicos que tenía y me sorprendió ver que se remontaban al siglo dieciséis. Pero lo que me asombró aún más fue el saber el motivo por el cual había recopilado todos esos registros. 

Resulta que, en su lecho de muerte, un tío abuelo, que era un abad de la Iglesia Católica, le había pedido que "uniera a los Derteano", y sin pensarlo mucho, le dijo que sí. En un principio no podía comprender lo que su tío había querido decir y se dijo que quizás sólo eran delirios de un moribundo. Pasó algún tiempo antes de que se decidiera a comenzar esa tarea, pero como lo había prometido, comenzó a buscar datos sobre, los Derteano. Dedicó mucho tiempo, hizo sacrificios y  gastó una suma . considerable de dinero para obtener la información que buscaba. En varias oportunidades sintió deseos de abandonar la tarea y,  cuando una vez lo hizo, tuvo un sueño en el que su tío abuelo lo miraba con cara muy triste, lo que le recordó la promesa que le había hecho.

Durante treinta años siguió adelante con la investigación y localizó a personas con el apellido Derteano en varias partes del mundo. Me dijo que la única razón por la que estaba recopilando los datos era por la promesa que había hecho a un moribundo; que no sabía exactamente qué debía hacer, qué había querido decir su tío cuando le pidió que "uniera a los Derteano"; pero que tenía la esperanza de que algún día llegaría a comprender la razón de todo esto.



Entonces le dije que yo podía darle una explicación. Le hablé de la Iglesia y de! propósito de la obra por los muertos que se realiza en los templos; le leí 1 Pedro 3:18-20, donde se nos habla de que el Salvador predicó el evangelio en el mundo de los espíritus; y le mostré partes de la sección 1.38 de Doctrina y Convenios, haciendo énfasis en el gozo que sienten los espíritus cuando reciben el evangelio, y en la esperanza que tienen de que sus descendientes hagan la obra por ellos, ya que no pueden progresar sin nuestra ayuda. 


Me dijo que su alma rebosaba de alegría porque ahora comprendía lo que su tío abuelo le había querido decir cuando le pidió que "uniera a los Derteano" y que ahora, a los sesenta y tres años, se sentía por fin liberado de la obligación que tenía hacia él.

Me dio copias de todos los registros de nacimiento y casamiento que tenía, y también los nombres y las direcciones de otras personas que tienen el mismo apellido y que viven en otras partes del mundo. Pero mi gozo fue aún mayor cuando, al revisar los registros, descubrimos que teníamos un antepasado en común, lo que me permitió conectar mi genealogía con la de él.


Cuando me despedí de él, me dijo que sentía que eso era lo que su tío le había pedido; me encomendó que hiciera la obra vicaria y que se lo comunicara cuando estuviera hecha. Yo tenía unos tres años de edad cuando su tío murió, y ahora veo que él fue un instrumento para que yo hiciera la obra vicaria por mis antepasados.


También me regaló uno de los libros que él escribió, en el que anotó la siguiente dedicatoria: "A Luis Roberto Derteano y a Rosa Liliana, parientes a
quienes he esperado toda mi vida. Sin lugar a dudas, algo tenía que unirnos. Kepa De Derteano y Basterra".



Versión original: Liahona de Octubre de 1988




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